La tentación era fuerte y uno es débil, así que aquí va una segunda dosis sobre modos de comunicación que son tendencia y suponen usos semánticos un tanto bastardos, incentivados por el siempre facilón recurso a la imitación social, dichos por quienes creen que el austericidio es un recorte de gastos socialmente asesino en lugar de lo único que podría significar ese palabro: el recorte de los recortes, o sea, la muerte de los ajustes presupuestarios (ver un post anterior).
Centro esta entrada en tres expresiones en cierta medida metafóricas escuchadas en los últimos meses de modo reiterado: puerta giratoria, zona de confort y en diferido.
Puerta giratoria
Se dice que algunas personas usan la puerta giratoria para desplazarse con facilidad de la empresa a la política y retornar con cachaza y desparpajo al mundo corporativo, o para transitar de la judicatura a la política y viceversa.
El problema de esa voluntariosa pero, por ser generoso, fallida metáfora reside en lo siguiente: una puerta giratoria es solo una puerta. Puerta, en sentido no figurado, viene a ser, tomando como referencia las entradas de la RAE para ese término y lo que uno sabe por la experiencia de la vida, una apertura (con o sin armazón, con o sin cerrojo), en una pared, muralla, castillo, edificio, cerca, verja, valla o similar, o en algún mueble (como un armario o una caja fuerte), o en una montaña o muro natural (cuando hay una caverna o una mina) que permite entrar y salir por él, y por tanto, acceder de un espacio a otro y de este al primero, y puede ser además el sitio perfecto para lo contrario: impedir el paso.
Una puerta también puede tener como función simplemente señalizar la frontera entre dos espacios sin aportar ninguna otra función reguladora del tránsito: regiones, ciudades, estancias, cavidades…, ya esté decorada con algún arco triunfal, monumento arquitectónico, resto de muralla vieja o simple rotulado de bienvenida/despedida.
O sea, que una puerta es un paso, y si se entra, se entra y uno sale de un espacio para pasar a estar en el otro, y si se sale, se sale y uno está fuera del anterior y aparece en el nuevo. Es cierto que cuando se entra, se sale, y cuando se sale, se entra, aunque se utilice más a menudo salir para acceder de interiores a exteriores o de estancias pequeñas a grandes.
La verdad es que tengo la sensación de no estar diciendo más que obviedades, pero precisamente de eso va este comentario. Porque… ¿qué pasa si la puerta es giratoria?
Una puerta giratoria es un artefacto que gira sobre un eje conteniendo dos, o tres, o incluso cuatro espacios para personas. Al girar la puerta, se presentan ante el caminante los espacios de entrada que luego son de salida de esta y entrada a la estancia (normalmente vestíbulo), pero hay que estar atento para aprovechar estos huecos, porque en caso de despiste uno quedaría dentro de la puerta y debería caminar rotando con ella 360 grados hasta conseguir de nuevo el espacio de salida/entrada, o, si ha cambiado de opinión, solo 180 grados volviendo al lugar de partida, o sea, de salida/salida. Suena tonto, pero creo que se entiende, porque todos conocemos estas puertas que antes eran habituales en los grandes bancos e instituciones y actualmente aún se ven en grandes museos, organismos y fundaciones.
Ocurre que, a pesar de este mecanismo de rotación continua, una puerta giratoria es solo una puerta, no tiene otra función: uno puede entrar o salir (como sucede con cualquier puerta), aunque quien tenga ánimo juguetón puede dar algunas vueltas dentro, como todos hemos hecho de niños, e incluso de mayores para hacer alguna que otra gracia y demostrar que no hemos matado al chavalote interior. Pero, gracietas circulares al margen, el que entra puede quedarse en la estancia el tiempo que desee o le dejen y luego salir, y el que sale lo mismo. Solo es una puerta.
En tal caso, ¿por qué denominar puerta giratoria al hecho de que alguien pase de la empresa a la política y retorne a su mundo corporativo unos cuantos años después? ¿O a que un magistrado deje la judicatura para integrar una lista de un partido político o ser nombrado para un cargo ejecutivo, si luego regresa a su mundo judicial, sea por pensar que su etapa política finalizó, o por despecho y decepción sobre el papel finalmente jugado en esa procelosa tierra prometida?
Una puerta giratoria, pensando en su funcionamiento rotatorio y en el jugueteo antes citado, sería una buena metáfora para quien, cumpliendo la ya citada imagen del rotado de 360 grados, amaga con entrar en un nuevo entorno profesional, se arrepiente antes de hacerlo, o nada más atisbar el ambiente, y vuelve a su actividad actual; es decir, alguien que anuncia que va a dedicarse a algo y siempre aborta el proyecto: un entrenador cuyo fichaje ya estaba casi cerrado por un equipo y finalmente no firma, o que ya firmó y dimite a las primeras de cambio por desavenencias irresolubles o incumplimiento de promesas de fichajes; un político que anuncia sus memorias y nunca las pública; un presunto culpable investigado judicialmente que amenaza reiteradamente con tirar de la manta pero nunca vemos lo que supuestamente había debajo porque no hay nada o porque no hay ni manta; un alto cargo recién nombrado que viene a rehabilitar un organismo y huye despavorido a los pocos días al atisbar a lo que se enfrenta: sindicatos, lobbies, funcionarios gamba armados de trienios, falta de presupuesto… ; alguien que anuncia su candidatura para liderar una formación política y se desdice al comprobar la falta de apoyos o los pésimos sondeos; incluso, forzando la idea temporal, podría servirnos para aludir a delincuentes reincidentes que entran reiteradamente en comisaría pero salen libres a las pocas horas sin que parezca haber ninguna prevención eficaz en el sistema para ponerles freno…
Todos estos son ejemplos de personas que habrían entrado por la puerta giratoria y, al ver el panorama interior, habrían decidido continuar la rotación hasta completar los 360 grados y poner pies en polvorosa, o que conseguirían escapar inmediatamente de su tránsito a un nuevo estado por motivos que se nos escapan. La expresión retórica nos sugeriría entonces la idea de que ni siquiera han llegado a traspasar la línea de la entrada. Si no fuera así, si se quedaran un tiempo relevante en la nueva dedicación o situación, cuando terminaran su etapa volverían a la giratoria, pero esta puerta solo se utilizaría para salir, como cualquier otra puerta que consistiera en un madero, metal o cristal con un eje sustentado en unos goznes o bisagras.
Por tanto, los presuntamente aprovechados pueden serlo e ir y venir de la política a la empresa o la judicatura y viceversa traspasando ocasionalmente… una puerta convencional. ¿Por qué ha de ser giratoria? ¡Viva la retórica brillante!
Zona de confort
Y de una metáfora fallida a una expresión que ahora está en boca de todo ejecutivo, periodista o tertuliano que se precie y que está perdiendo de modo acelerado su significado: zona de confort. Aquí seré más breve en la argumentación.
¿Cuál creéis que es la zona de confort de Pau Gasol, Lebron James o Kevin Durand, o cuál era la de los ya retirados Kobe Bryant, Michael Jordan o Arvidas Sabonis? ¿El baloncesto? ¿Es acaso el golf la zona de confort de Phil Mickelson y Sergio García? ¿Se mueven en su zona de confort Lewis Hamilton y Fernando Alonso porque solo compiten en Fórmula 1? ¿Es un acomodaticio Tom Brady por empeñarse en ganar Super Bowl tras Super Bowl?
Que me perdonen, pero creo que salir de la zona de confort para los afamados baloncestistas citados sería, por ejemplo, actuar en un rol dentro del equipo no acostumbrado; para los golfistas sería competir en campos con características poco apreciadas; para los pilotos, conducir en una pista diferente a la que dominan y prefieren, o de noche, como en algunos grandes premios asiáticos.

Así, Pau Gasol saldrá de su zona de confort si, por ejemplo, asume a menudo el papel de base cuando es preciso que suba la pelota por circunstancias del juego; Mickelson dejaría esa zona si decidiera competir en un campo que odiase (por ejemplo —me lo invento, ya que no conozco sus gustos— el Royal Saint Georges de Sandwich, famoso por sus ventoleras infernales); y Alonso saldría de su confortable espacio si se pasara un día al campeonato NASCAR de Estados Unidos dejando la Fórmula 1. Pero no deberíamos calificar de negativa al abandono de la zona de confort que Gasol no se dedique al golf o al béisbol (como, por cierto, sí hizo Jordan en una época de su vida), o que Mickelson no deje los campos para lanzarse al octógono de las artes marciales mixtas, o que Hamilton no abandone el circuito F1 para integrarse en el campeonato de Moto GP o dedicarse a hollar ochomiles como Juanito Oyarzabal o Reinhold Messner, o que el quatterback Tom Brady siga empeñado en lanzar la ovalada en lugar de competir con Lebron tirando al cesto.
Actualmente, parece que dejar la zona de confort es dedicarse a cualquier actividad que no sea la propia, o aceptar hacer algo que uno no hacía. De ahí que, en una formulación negativa —que es donde reside el pecado—, todo el que prefiere dedicarse a lo que mejor sabe hacer o domina de modo más claro es alguien averso a dejar su zona de confort. ¡Grandioso! Legiones de especialistas, artesanos, artistas, profesionales, aficionados…, convertidos por arte de magia en reaccionarios, conservadores, inmovilistas, cobardes, limitados, aburridos, remisos al cambio, inadaptados…, personas incapaces de explorar otros espacios y campos, sujetos tozudos empeñados en hacer siempre lo que hacen de modo más efectivo, negándose a emular la polivalencia de nuestro noble antepasado Da Vinci.
En diferido
En esta tercera expresión, estamos ante una pérdida clara de su sentido completo. La RAE asocia el término diferido, como adjetivo, a los programas de radio o de televisión que se emiten con posterioridad a su grabación, y como verbo indica que diferir es aplazar (además de disentir, que es otro sentido distinto, ajeno al que comento).
Un programa se emite en diferido cuando no se emite en directo, cuando es lo que se llama un producto enlatado. Y un programa, u otro acto, diferido (que no en diferido) sería algo aplazado respecto de su fecha objetiva ya fijada. Figuradamente, por tanto, en diferido podría sert algo que cuando se emite, comunica o publica ya se produjo antes y se finje o aparenta inmediatez. De ahí que tenga poco sentido que se diga que alguien ha dimitido en diferido, o se ha disculpado en diferido, o ha sido indemnizado en diferido, o ha sido investido en diferido, o deja una herencia en diferido, o da una espantada en diferido, o protagoniza un escándalo en diferido, o es castigado en diferido…, que todo esto lo hemos oído reiteradamente en los últimos meses.
Si aludimos a un acto en sí, para que se haga de modo diferido debería haber una fecha fija o ineludible para el hecho que dejara claro que la celebración efectiva es extemporánea. Por ejemplo, celebrar la Navidad o comer las uvas en Carnaval supondría que hubo un aplazamiento, lo que podríamos calificar como diferimiento. Y también se habla de diferimiento cuando nos referimos al pago fiscal que queda pospuesto al momento de un reembolso o percepción de rendimiento, en algunos productos financieros, por oposición a la regla general del pago por rentas en el ejercicio. Por su parte, si nos referimos a la comunicación del hecho, en tal caso se produciría en diferido si se refiriera a algo que ya sucedió sin que se informara de ello. Por ejemplo, que alguien confiese ahora que abandonó un cargo o dejó a su cónyuge hace dos meses podríamos calificarlo figuradamente como una comunicación en diferido (que no un acto realizado de modo diferido ni emitido en diferido).
Lo que no puede denominarse como en diferido es algo que se produce ahora sin aplazamiento oficial por mucho que alguien hubiera comentado que ya debería haber ocurrido, porque comentarios y opiniones los hay de todos los gustos sobre casi cualquier asunto, y todos los planes y calendarios de proyecto suponen que algo anunciado se realizará en el futuro. Prever, planear y proyectar no implican aplazar.
Veamos unos ejemplos, extraídos de la prensa digital (aunque no cito cabeceras ni nombres de personajes porque no es relevante): algunos de ellos son decisiones expresivas de los periodistas y otros mero reflejo de expresiones de los sujetos aludidos.
En un diario leemos que una investidura en diferido sería la definición, si existiera, de la propuesta que este jueves ha lanzado el presidente del Gobierno, que dijo sí al Rey, pero dejó abierta la posibilidad de no presentarse ante el Congreso si antes no recaba los apoyos suficientes para volver a ser elegido.
¿Dónde está el diferido? ¿En la posibilidad de no hacer lo que se anuncia hacer? ¿En el plazo dado para confirmar si se producirá o no el acto?
Otro diario cuenta que un político comentó un día que abstenerse en la investidura del presidente era morir ahora o morir en diferido. ¿Puede morirse en diferido? Mientras el teóricamente muerto espera a morirse después, ¿está vivo o muerto? ¿O acaso está vivo y muerto al mismo tiempo, como el gato de Schrödinger?
También leemos en otro diario que el líder de un partido de la oposición descarta aceptar una renuncia en diferido del presidente. La noticia se refiere a que la primera fuerza citada no aceptaría como oferta ni la celebración de una moción de confianza a mediados de legislatura ni el compromiso del presidente a renunciar a ser de nuevo candidato ni la promesa de convocar primarias en el futuro. ¿Me puede decir alguien dónde está el diferimiento en lo que no serían sino promesas a ejecutar en el futuro según la coyuntura, con independencia de que luego se vayan a cumplir o no? ¿Planear o prometer es actuar en diferido?
En otro medio encontramos la cita de quien dice asistir a la retirada en diferido de la secretaría general del partido oponente, ya que ha sido la crónica de una marcha anunciada. Podremos pensar que debería haberse ido antes, o que anunció que ya se iba y luego ha tardado varios meses, pero ¿dónde está el diferimiento si no hay hecho hasta que se produce? Si la comunicación es previa, como podría ser tildda de diferida? Y si es posterior al anuncio pero hasta ese momento no se había producido realmente, ¿como puede considerarse diferida? (Por cierto, creo que es la secretaria general citada quien lanzó esa expresión e hizo fortuna, aludiendo a una supuesta indemnización en diferido, no hace tanto tiempo, pero este asunto no concierne a este post).
También leemos en otro diario que un partido ha desactivado en diferido uno de sus grandes escándalos, que ocurrieron ya hace 13 años y explotaron hace unos meses. ¿Puede desactivarse algo posterior, que no se ha producido? No, obviamente, tiene que ser algo anterior. Luego… ¿dónde está el diferimiento, por mucho que haya transcurrido un lapso notable entre el hecho y la salida del escándalo a la luz pública, o entre la explosión de la noticia y su desactivación? Como matiz que aporte algo, lo del diferimiento sobra aquí una vez más.
Asimismo, para otros diarios es dimisión en diferido el simple anuncio de que alguien no renovará cuando llegue el momento en que debería presentarse a la reelección. Pasmoso. En este caso el diferido es ya algo que se produce antes de que se produzca. O sea, la jugada invertida.
Vayan aquí unos ejemplos que podrían tener sentido para calificarlos como algo producido en diferido con el adecuado componente retorico crítico que implica usar esa expresión:
- El secretario general de un partido anuncia públicamente en un acto su dimisión, y luego resulta que ya había dimitido oficialmente hace tres meses. (Aquí, la escena actual de dimisión sería en la práctica semejante a un enlatado, aunque sea en directo, luego sí hay un efecto retórico).
- Se destituye a alguien que ya había dimitido previamente, o dimite quien ya había sido destituido. (Sería similar al ejemplo anterior, pero con el componente añadido de la farsa o patraña en el cese).
- Se escenifica un desacuerdo y posterior acuerdo, y nos enteramos de que el contencioso ya se solucionó hace días en privado. (Ídem de ídem)
- Se emite un discurso del presidente como algo del día y luego nos enteramos de que fue grabado dos días antes. (En este caso sería un en diferido literal, completo, de libro).
El problema es que parece que se está confundiendo el que algo sea en diferido (semejando un enlatado televisivo o un podcast radiofónico) con el simple hecho de que algo no ocurra cuando alguien prevé que ocurra, con el adelanto informativo de acciones futuras previstas o con el simple plan de acción con un calendario prefijado, o solo estimado, actuaciones, comunicaciones y decisiones todas ellas que se producen todos los días en todo tipo de ámbitos de relación: parejas, familias, empresas, medios, organismos, instituciones… Vamos, que es como confunidir el tocino con la velocidad porque la grasa del primero es resbaladiza si se nos cae al suelo.