Si pensamos en la primera mitad del siglo XX y la asociamos a la palabra CRISIS, nos vendrán siempre dos cifras a la mente: 29. Y eso porque evocamos un año, 1929, aunque la referencia debería venir dada también por el día.
Fue un martes, el 29 de octubre de 1929, el conocido como martes negro, cuando se produjo el llamado crack bursátil que dio el pistoletazo de salida a unos años que también tendrían su bautizo: LA GRAN DEPRESIÓN.
Pero si la tercera década del pasado siglo culminó con el inicio de una devastadora crisis, lo cierto es que empezó con otra recesión nada desdeñable: la de 1920.
De CRISIS a CRISIS, se produjeron innumerables hechos, memorables por su influencia en la vida de los ciudadanos de todo el mundo, hasta hacer de los años 20 del siglo XX una de las décadas de mayor impacto en la historia moderna, al menos en lo que llamamos Occidente.
Un rápido vistazo a la primera de esas crisis de la década, la de 1920, con la perspectiva de los dos años anteriores, nos da hechos como los siguientes:
ENTRE 1918 y 1920…
- Se produce el armisticio de la Gran Guerra.
- Los países siguen la lucha contra los estragos de la gripe pandémica que está matando a millones de personas.
- Regresan los soldados de la guerra a sus países de origen.
- Muchos soldados regresan enfermos de gripe y se disparan los contagios prolongando la pandemia.
- La economía sufre el impacto de la transformación por el cambio de situación: los pedidos industriales propios de la guerra descienden en picado.
- Bajan las ofertas de empleo y suben los demandantes con el regreso, lo que produce una situación complicada.
- La inflación se pone por las nubes, y la deuda pública sigue desbocada.
- Se producen algunas bancarrotas de empresas.
- Muchos países han perdido el dominio de ciertos mercados, ocupados por países que fueron no beligerantes.
- Algunos países comienzan a afrontar fuertes pagos por reparaciónes de guerra a los vencedores o devoluciones de préstamos o pagos por compras a sus aliados.
- La necesidad de desplegar ayudas públicas castiga las reservas y los presupuestos de los países…
Y si damos un salto de 10 años, nos encontramos hechos como estos que ahora cito, que no distan mucho de los anteriores:
EN 1928, 1929 Y SIGUIENTES…
- Se elevan de modo considerable los niveles de endeudamiento.
- Se hincha una burbuja en el mercado de acciones, fundamentalmente por la especulación y la compra a préstamo.
- Es tendencia la búsqueda de ganancias rápidas por muy diversas capas de la población (no solo por los inversores habituales).
- Un crack bursátil (precedido de un aviso de turbulencias pocos días antes) hunde las cotizaciones y dispara las ventas a pérdidas.
- Muchas operaciones en Bolsa, que eran a crédito, dan lugar a deudas incobrables.
- La morosidad se dispara y afecta de lleno a la banca.
- Una riada de bancarrotas bancarias y de otras empresas despedaza la economía y sus fuentes de financiación.
- Baja drásticamente el consumo de los hogares y de los profesionales y comerciantes.
- Aumenta de manera galopante el desempleo y el cierre de pequeñas y medianas empresas.
- Se produce una devastación patrimonial de muchos ciudadanos, pequeños propietarios, comerciantes, profesionales, empresarios modestos, medianas y grandes empresas…
- Las políticas monetarias resultan lentas y poco protectoras para frenar la debacle…
Pero… ¿qué sucede en el período intermedio, entre 1920 y 1929? Pues, como decía, esos años configuran una década de locura, que podríamos llamar prodigiosa si no fuera porque ese calificativo lo tiene ya en usufructo la década de los 60.
A los 20 se los ha denominado de muchas maneras. En Estados Unidos se los conoció como THE ROARING TWENTIES (Los ruidosos o estruendosos años 20). Y, en la misma línea, en otros países se acuñaron expresiones similares:
LOS LOCOS AÑOS VEINTE — LOS FELICES 20 — LES ANNÉES FOLLES — THE GOLDEN TWENTIES — I RUGENTI ANNI VENTI — OS LOUCOS ANOS 20 — ELS BOJOS ANYS VINT — DIE VERRÜCKTEN ZWANZIGER JAHRE — DIE GOLDENE ZWANZIGER JAHRE — DE ROERIGE JAREN TWINTIG — DE RYTANDE TJUGOÅRSÅLDERN…
LOCOS, RUGIENTES, ESTRUENDOSOS, FELICES, DORADOS, EMOCIONANTES… Todos son adjetivos que hacen justicia a lo que fueron aquellos años, aunque ninguno por sí mismo engloba todo lo que aconteció, porque también hubo miedos, ruina, depresión, corrupción, desorden, violencia, siembras y vientos de la futura crisis…, y, centrándonos en Occidente, no discurrió todo del mismo modo a un lado y al otro del Atlántico.
Si no nos limitamos a esos nueve o diez años, y añadimos dos antes y otros diez después, tendríamos lo que también se conoce como PERÍODO DE ENTREGUERRAS, que transcurre desde el armisticio de la Primera Guerra Mundial en 1918 hasta la invasión nazi de Polonia que da inicio a la Segunda Guerra Mundial en 1939.
Es cierto que cualquier listado de lo que aconteció en una determinada década o período puede arrojarnos una sustanciosa dosis de hechos, novedades, personajes, pensamientos, inventos, descubrimientos, movimientos y cambios de tendencias, modas, líneas estéticas y paradigmas. Pero sucede que en ocasiones a un puñado de años les da por salirse de la tabla y jugar en otra liga.
Fijémonos ahora solo en la década pura que va del 20 al 29, sin alargarla a todos los años de entreguerras. Es más que suficiente para darnos una idea de lo que aconteció, y de su trascendencia, desde que se inició ese tercer decenio del XX hasta que ciudadanos y empresas se dieron de bruces contra el peor crack bursátil visto hasta esa fecha.
Removiendo el baúl de recuerdos de ese dinámico período encontramos de todo. Como este post no es lugar para la crónica histórica detallada ni para las compilaciones exhaustivas, me limito aquí a fijar un marco con la intención de encajar luego (en las entradas posteriores) unas propuestas para el momento presente.
Por ello, me he permitido seleccionar una serie de retales de esos movidos años con los que podría confeccionarse una manta patchwork de la década. Tienen un tinte occidental, ya que Europa y Estados Unidos son los claros focos del cambio, aunque muchas transformaciones afectaron indirectamente al todo el orbe.
Además, como comentaba, la peripecia a uno u otro lado del charco no fue la misma, más deprimida Europa en lo económico (no en lo cultural), mas burbujeantes las tierras noteamericanas.
Con esta consideración, en desorden cronológico deliberado, sin orden temático alguno, en presentación micronizada, aquí van, como selección, 150 trocitos mezclados y agitados con el espíritu del swing:
Faltan muchos hechos e hitos, por supuesto, pero creo que son suficientes como bosquejo de esa década.
He dejado fuera la mayoría de los que son signos claros anunciadores del crack que se va a echar encima de las economías mundiales.
Así, por ejemplo:
— En muchos países las importaciones superan a las exportaciones.
— Se produce un desequilibrio entre EE.UU y Europa en cuanto a productividad.
— Se acumulan los stocks en muchas fábricas y almacenes.
— Se hincha de manera preocupante la burbuja inmobiliaria, con precios desorbitados.
— En algunos sectores se empieza a recurrir a despidos de personal.
— Proliferan inicitivas dudosas de inversión, como las de tipo piramidal.
— Bajan de modo notable los precios agrícolas.
— Se ignoran las advertencias de muchos economistas espantados ante la evolución económica…
Ya en 1929, unos días antes del martes negro se produjo un jueves negro, en el que una furia vendedora de acciones anticipaba el desastre.
Pero volvamos a la década de los 20, sin entrar en la cuarta (la de la Gran Depresión).
Si nos fijamos en esos hitos del loco tercer decenio, podemos reparar en que algunos de esos 150, vistos desde la equivalente tercera década del siglo XXI, nos resultan familiares, e incluso los hay que nos invitan a una sonrisa.
El presidente WARREN HARDING apelaba al eslogan ‘AMERICA FIRST’ con similar entusiasmo al que mostró el presidente DONALD TRUMP un siglo después. Pero no era una ocurrencia suya. Ese marcaje de prioridades hacia los intereses de su país ya venía de antiguo, y sirvió de apoyo también unos años antes a las reticencias aislacionistas de EE.UU. en los años iniciales de la Primera Guerra Mundial, durante el mandato del demócrata WOODROW WILSON (inclinado al principio a apoyar con armas pero no con soldados, luego impulsor de la decisión de intervenir ya con fuerzas militares).
Años más tarde, algunos lobbies poderosos, e incluso personajes mediáticos (como el aviador CHARLES LINDBERG, consagrado en la década de los 20 por su cruce aéreo del charco), pugnaron porque EE.UU. no se involucrara en la Segunda Guerra Mundial. Nada nuevo en un país que empezó sus líneas aislacionistas en tiempos de… GEORGE WASHINGTON, y siguió con ellas incluso en mandatos presidenciales dados a cierto intervencionismo continental como el de JAMES MONROE (el inquilino de la White House cuando se iniciaron los años 20 del XIX).
Y es que ese país parece bascular de modo cíclico, a lo largo de las décadas y presidencias, del internacionalismo más aguzado al más prudente aislacionismo o unilateralismo, aunque, obviamente, entendamos que sus decisiones se ligan siempre a valoraciones económicas y geoestratégicas y a la gestión del aftermath de cada etapa anterior.
(Y no solo EE.UU ha practicado el aislacionismo: el Reino Unido ya había coqueteado con esa estrategia en tiempos de la llamada splendid isolation en el último tercio del XIX, poco más de un siglo antes del BREXIT). Ciclos, ciclos, ciclos…
Familiares nos resultan, consecuentemente, las guerras arancelarias que ya se iniciaron en el mandato de OBAMA y se recrudecieron en el de TRUMP sin que de momento hayan experimentado durante el de BIDEN más que una suave relajación a modo de espera o reflexión sin cancelación de las amenazas. Y eso no solo lo vemos en la relación de EE.UU. con China, sino también en sus cuitas con la Unión Europea.
Y si pensamos en Afganistán, tan protagonista en las primeras planas de los diarios en el movido verano de 2021, nos quedaremos un poco pasmados. Al inicio de los años 20 del pasado siglo, Afganistán, tras un magnicidio y una serie de luchas encarnizadas contra el Reino Unido, conseguía que este le reconociera la independencia y comenzaba una nueva era, en la que logró unas magníficas relaciones con la Unión Soviética que indujeron muchas reformas en el país. Años más tarde, al final del decenio, el nuevo estado entró en una deriva guerra-civilista con pugnas dinásticas e intervención de grupos tribales (más bien retrógrados, quizá anticipo de los grupos talibán) en la que se produjeron purgas, persecuciones y represión, y más magnicidios.
En cuanto al actual conflicto de Rusia con Ucrania, con todas sus implicaciones y sus, de momento, bandos de apoyo, supone un viento de guerra que nos evoca la naturaleza de la primera mitad del siglo pasado. Aunque aquella tercera década fuera de entreguerras, no deja de resultar estremecedor este rittornello belicista que nos hace encomendarnos a todos para desear que lo que hoy suena en esa frontera entre Europa y Asia no derive en una conflagración de mayor nivel.
Pero no solo esas coyunturas en la política exterior (económica y geoestratégica) estadounidense o británica en los años 20 del pasado siglo nos señalan coincidencias. Otras nos hacen evocar también aquel pasado.
Aquí van algunas más: fuertes y preocupantes endeudamientos castigando los presupuestos y la fiabilidad de los países ante inversores y acreedores; paro en aumento o leves repuntes del empleo con contratos precarios; cambios relevantes que dan un vuelco al mundo de la automoción (antes hacia el motor de combustión; ahora, hacia motores no contaminantes); avances tecnológicos transformando la economía (no es ya la mecánica, sino la digitalización y la robotización)…
Y estas también nos conectan con los 20 del anterior siglo: especulaciones con valores que no siempre se entienden alterando los mercados (pensemos ahora en los juegos con las criptomonedas o en la inversión en productos financieros de diseño); desaparición de entidades bancarias y fusiones que modifican el paisaje financiero (no hay más que recordar cómo ha cambiado el panorama bancario en pocos años); revolución comercial en el retail (ya no es el boom de los puntos de venta físicos y los primeros grandes centros comerciales, sino de los modos y espacios de venta virtual que llamamos e-commerce); empresas en auge intentando penetrar en todos los sectores (como ahora algunas logísticas o de entretenimiento)…
Asimismo, vemos ahora movimientos populistas de extrema derecha y extrema izquierda cobrando fuerza en las elecciones de distintos países, o guerras y dictaduras empujando emigrantes y refugiados hacia Europa y Estados Unidos, o nuevas concepciones eugenésicas… Nada nuevo bajo el sol.
Por otra parte, la mujer alcanza nuevas cotas de protagonismo en la sociedad y el feminismo aprieta de nuevo las tuercas (ahora mismo, incluso nadando en una cierta distorsión de las ideas que cimentaron la lucha clásica y que apunta a cisma dentro del movimiento); el mundo gay gana poder social, y ya no solo en el mundo del arte; Disney se convierte en un emporio de emporios justo un siglo después de fundarse; las casas (que en los 20 del XX se hicieron con teléfonos, radios, gramófonos…) se apuntan ahora a las plataformas televisivas y a los primeros signos de la domótica y el internet de las cosas que ya no son solo prototipos; ya no se ven zepelines en los cielos, pero empiezan a proliferar unos insectos voladores llamados drones…
Incluso en algo tan prosaico como los cortes de cabello vemos reminiscencias: los jóvenes varones parecen apuntarse en un inesperado revival —de la estética clásica de los marines, de los boxeadores Dempsey y Carpentier en el primer combate del siglo (en 1921, en un estadio de Nueva Jersey, ante 91.000 personas, en un evento que nada tiene que envidiar a los masivos partidos de fútbol o veladas de boxeo o artes marciales mixtas actuales), de algunos monstruos que van a ser jerarcas nazis en la siguiente década…—, rapando sus parietales al uno o al dos, dejándose algo más largo el pelo en la parte superior, a veces con un corte de raya marcado como frontera, inspirados ahora quizá por los nuevos dioses: los deportistas.
Y también está, obviamente, la PANDEMIA: en el XX fue la gripe (mal llamada española, porque comenzó en EE.UU. y se expandió con la guerra) y ahora el COVID19: parece que en eso el destino hubiera querido que el siglo XXI conectara con el XX siguiendo un patrón, aunque haya esperado unos añitos más para castigarnos el siglo con ese percance bacteriológico.
Incluso el presidente HARDING apeló a la VUELTA A LA NORMALIDAD (¿nos suena?), usando la expresión NORMAL TIMES AND RETURN TO THE NORMALCY, causando con este último término una divertida controversia lingüística —al no usar el término NORMALITY—, que se refleja muy bien en un apunte histórico publicado en el website de la editorial MERRIAM WEBSTER:
¿Acuñó Warren Harding el término ‘normalcy?
Nos suena, sí, nos suena todo esto, pero…, no sé, no sé: quizá lo que he dicho antes de la sonrisa no procedía en todos los casos; hay evocaciones que le hacen a uno torcer el gesto y cruzar los dedos: pandemias, populismos, comunistas en gobiernos, estéticas nazis, burbujas, estafas piramidales, inversiones desbocadas, vocaciones monopolísticas, terrorismo, países que parecen volver a la tribu… Esperemos que no repitamos también lo de partir de una crisis devastadora —la reciente de 2008 nos llevó casi hasta 2015— hasta llegar a otra nueva a mediados de la tercera década, para acabar desembocando en otra gran guerra.
Aunque podría seguir con las coincidencias, citando más hitos del pasado siglo que parecen repetirse o tienen su correlato aproximado en este momento del XXI que también es el inicio de una tercera década, lo que quizá merece más la pena es confirmar que estamos en otro tiempo muy distinto, caracterizado por más diferencias con el pasado que conexiones.
- Ya no salimos de una guerra mundial y esperemos que no nos aboquemos a otra, como en el pasado siglo. Quizá en el XX tuvimos ya demasiadas grandes conflagraciones y los humanos hayamos aprendido, aunque el mundo sigue sin privarse de muchos conflictos bélicos locales, y con el reciente de Ucrania parece que sigamos en la onda.
- No tenemos que soportar una generación masculina diezmada por la guerra como en el pasado siglo.
- Europa ya se protege algo más a sí misma, aunque no siempre con suficiente fuerza y un sólido consenso en las decisiones.
- La banca se ha transformado y ya no está en auge: hay menos entidades, se cierran oficinas, los bancos se ven obligados a severos ajustes de capitales y reservas por indicación legal, se pugna por conseguir fusiones para sobrevivir y competir, las entidades se lanzan a por todas al mundo digital y saben que deben ir con tiento en la promoción dei inversiones porque va a estar en el punto de mira…
- El rol de la mujer ya no está preferentemente en casa, en la maternidad y el cuidado de la prole. las féminas pueden y deben aspirar a todo, como los varones.
- La mujer ya está muy fuertemente incorporada a mercado laboral, aunque aún existan sectores en los que hay por delante un buen camino por recorrer.
- El comunismo es decadente y ya nadie se autodenomina fascista. Esas ideologías ya no dominan los gobiernos estatales en Europa, aunque algunos movimientos con cierta inspiración en esos antiguos totalitarismos hagan ruido y ocasionalmente penetren minoritariamente en gobiernos de coalición.
- Los activistas llegan a los gobiernos estatales o regionales y a los municipios sin experiencia ni conocimientos, creando paréntesis por el estancamiento de la gestión técnica.
- La tecnología ya no es solo industrial; también tiene fines lúdicos
- Las comunicaciones telefónicas se manejan ya con un aparato que llevamos en el bolsillo, en el bolso o, los más adictos, colgado del cuello o en la mano. El móvil se ha convertido en un órgano del cuerpo de muchos jóvenes, que entrarían en shock sin ese aparato.
- El turismo se ha democratizado y ya casi todo el mundo viaja a casi todo el mundo.
- Se vuela más que nunca, pero las líneas aéreas no siempre son rentables.
- El petróleo no es ya el combustible del futuro: nos hemos descarbonizado y estamos en los inicios de una profunda transición energética. En cuanto a las nucleares, hay división de opiniones.
- Las causas medioambientales se convierten en tendencia, y el marketing a veces las roba para ganar imagen con postureos publicitarios.
- La ingeniería genética atisba logros insospechados hacía poco (en alimentación, medicina,…) y se enfrenta a diversos cuestionamientos éticos.
- Muchas carreras universitarias son un bachillerato alargado, y algunos planes educativos se ablandan de modo preocupante, como si quisiéramos crear adultos infantiles cuyo conocimiento estuviera solo en Internet.
- Los minutos de Warhol algunos los exprimen ya a tiempo completo en ese contenedor de excesos que son los medios sociales.
- El nivel de exigencia artístico se ha desplomado: todo parece valer en el arte y la trangresión pictórica ya no impresiona a nadie. El valor del arte es el valor en subasta: se compra caro para poder vender más caro y ganar dinero.
- Hay trabajos en los que ya se puede ir vestido como se quiera, lo que es especialmente preocupante en un momento en el que la elegancia y el buen gusto parecen perdidos.
- Se juzgan costumbres del pasado con ojos actuales y algunos segmentos de la población actúan agresivamente en masa, manipulados por extremistas, en una nueva iconoclasia.
- Cierta izquierda (la woke) se entrega a un nuevo puritanismo, y diseña un nuevo macartismo, como aquel que en los 20 del XX aún no había nacido pero mostraba ya signos del que acabaría protagonizando la derecha en unos años.
- Se consolida el culto a la juventud, e incluso se recurre a niños como nuevos prescriptores, amonestadores o predicadores.
- Al revival de los cortes de pelo a lo marine se le añade la novedad de los tatuajes agresivos, que hacen que la calle parezca el patio de una cárcel o nos haga pensar que la humanidad pretende regresar a la tribu.
- Los deportistas son los nuevos ídolos que mueven millones de dólares o euros, sustituyendo como referentes a actores, cantantes y artistas.
- El cine ya no es el arte en auge, pero parece que hemos retrocedido mucho más all de los años 20 del pasado siglo, al XIX, con tantos culebrones y esos nuevos folletines alargados que llamamos series.
- Hacemos más caso a los influencers que a científicos y pensadores.
- La egonarración sustituye a la opinión y la descripción en muchas conversaciones privadas, documentales, crónicas periodísticas… Vivimos la era del ego sin complejos.
- La TV gratuita es cada vez más exigua y la televisión se consume cada vez más a la carta.
- Hay quien cree que el sexo no existe (que solo hay género selfservice)…
No sabemos cómo discurrirán estos nuevos twenties.
Estamos en un mundo muy diferente, quizá menos inocente, acaso con menos innovación creativa en los ámbitos artísticos, pero disparado en lo tecnológico con una revolución digital (en casas, oficinas, comercios, platós, laboratorios…, y con la robótica en la industria) que es, y va a ser, tan trascedente como lo fue la industrial del XVIII y XIX, la de la electricidad y las comunicaciones en el último tercio del XIX, las de la automoción y la medicina a caballo del XIX y el XX o la de Internet y la telefonía móvil a la grupa del XX y el XXI.
Pero lo que ya ha quedado claro, con apenas dos años, es que en el XXI ya hemos empezado la tercera década poniéndonos muy muy roaring.
En los tres posts siguientes, unas pinceladas sobre el marco en el que se mueve la empresa actual y 36 propuestas, de 3 en 3, para los nuevos tiempos que nos marca el tercer decenio de este siglo.