La empresa y los nuevos roaring twenties: 36 propuestas

 

Hay signos que nos inducen hoy en día a rememorar las postrimerías de la segunda década del XX y el inicio de la tercera, pero algunas evidencias nos dejan claro que, aunque también avanzamos para cerrar el primer tercio de nuestra centuria, estamos en un tiempo nuevo, hasta hace poco quizá inimaginable.

A esos signos y conexiones, a esos hechos o consideraciones de la historia que parecen repetirse y a los que al contrario hacen reconocible el presente como un momento muy distinto, me referí en la anterior entrada, Los nuevos roaring twenties, mirando de hito en hito al pasado y al presente.

Si no la has leído, date un garbeo por el post. Es una reflexión evocadora, escrita para leerse entera, por supuesto, pero pensada también para degustarla mediante catas, leyendo listas a picotazos o en diagonal.

En la presente entrada (y en las tres siguientes), teniendo muy presente en qué momento vivimos, expongo 35 propuestas con un único objetivo: sugerir mejoras en algunos de los aspectos que percibo como más tangibles en el funcionamiento de las organizaciones.

El panorama, en la tercera década del siglo XXI

Estamos inmersos en una revolución de la tecnología digital que ya no solo se aplica a la actividad de las grandes corporaciones e instituciones, sino que se pone al servicio del día a día privado y profesional. Y muchos de esos avances se irán consolidando en los próximos años, y añadiéndose a otros nuevos.

Pero… ¿qué caracteriza al momento actual?

¿Qué podemos apreciar ya en este presente, sin hacer excesivos esfuerzos analíticos, pensando en la vida profesional —de individuos, empresas, entes e instituciones— y en el entorno económico en el que todos nos movemos?

¿Qué líneas, formas y sustancias definen el actual panorama?

Aquí va una lista rápida a modo de esbozo:

  • PANDEMIA O POSPANDEMIA — No sabemos aún si hemos superado o no la crisis del COVID19, pero no dudamos de que tendrá secuelas, algunas limitadoras, otras quizá liberadoras de cambios incipientes que se mantenían a la espera de su momento. Este aftermath nos tendrá en guardia ante posibles rebrotes y nos hará cruzar los dedos pensando en nuevos confinamientos, pero quizá nos obligue también a preparar mejor los planes de contingencia, consolidar nuevos modos de relación a distancia, inclinarnos aún más a valorar los beneficios de la flexibilidad…
  • PANORAMA POLÍTICO CRISPADO — Vivimos tiempos polarizados en los que parece que en muchos órdenes de la vida el choque y el extremismo sean la opción preferente. El consenso no se lleva; el electoralismo se convierte en criterio perpetuo de la gestión política; se componen gobiernos sin expertos solo para complacer a aliados y socios; acceden a cargos de alta gestión personas muy ideologizadas sin competencias con las que llevarla a efecto… Confiamos todos en que el ruidoso verbo no se haga carne y, aunque habite entre nosotros, se limite a ser guarnición, pero sin duda nos quedan aún algunos años por delante de natación en este agitado paradigma.
  • ECONOMÍAS DOPADAS — Muchos presupuestos se están gestionando con el soporte de ayudas externas —fondos de instituciones monetarias, emisiones de deuda soberana sin límites comprada por estos entes al margen del mercado real, inversiones de macrofondos especulativos…— o con el contrafuerte de subidas impositivas que lindan con lo confiscatorio y perjudican a amplias capas de la población. Es como si viviéramos siempre en un estado provisional, en tratamiento, con respiración asistida, visitando de modo intermitente UCIS y plantas, siempre a la espera de…, huyendo hacia delante, sin atrevernos a mirar al futuro con ánimo constructivo…
  • DÉFICITS ALTOS Y DEUDA DISPARADA Como resultado del recurso continuo al crédito con el que cubrir déficits presupuestarios, las economías se someten al peso acumulado de las obligaciones de pago y reembolso por la emisión de elevados importes de deuda soberana. Ello carga las cuentas públicas y mina su autonomía y capacidad de reacción ante posibles nuevas recesiones, poniendo así en riesgo la solidez del sistema económico en las próximas décadas.
  • PREVISIÓN SOCIAL EN RIESGO — Si en el futuro hay cada vez menos individuos, y a eso vamos con niveles de natalidad tan bajos, quizá sea más fácil encontrar empleo, pero será más difícil vender productos y servicios. Por ello, se recaudará menos y la economía no crecerá como se esperaría. No se favorecerá, por tanto, la activación de círculos virtuosos. Por otra parte, como entre en crisis la ratio cotizantes/pensionistas, realidad hacia los que avanzamos embalados, nos podemos encontrar con que pronto se disparen todas las alarmas y nuestro sistema de protección pública entre en barrena.
  • NUEVAS ENERGÍAS — Estamos en una transición hacia energías más limpias que se complica no solo por cierta disensión en algunos países punteros, sino por el coste elevado que está suponiendo la eliminación de ciertas fuentes y la dificultad de reducir polución y de modo simultáneo disminuir costes. Lo que menos emite y menos contamina es lo que más residuos genera y más riesgo eventual conlleva (nucleares); lo más barato es lo que más ensucia (carbón); lo más limpio es lo que resulta más caro y no garantiza un suministro regular que permita cubrir la demanda (renovables: sol, viento…); el recurso más rápido y abundante es el que encarece el total del coste (gas); con algunas fuentes puede completarse el mix, pero dependen del clima, son de gestión complicada y es raro que se acepte ya su ampliación de cara al futuro (hidroeléctrica)… Un imponente nudo gordiano que habrá que deshacer o cortar, agravado ahora por la coyuntural (esperemos) crisis de precios y de suministro que parece empujar en dirección contraria, avalando conceder resurrecciones o prórrogas a energías sucias pero baratas y accesibles o indultando a la fuente nuclear con una sorprendente y se diría que oportunista etiqueta de verdor ecológico. 
  • BURBUJAS — Hemos sufrido varias recientemente y parece que sean ya un rasgo consustancial al modelo económico. En concreto, la de la vivienda se hincha con facilidad incluso cuando las crisis aún no se han superado. Y la Bolsa también tiende a la volatilidad con pasmosa facilidad, hipersensible ante cualquier conflicto, paranoica ante cualquier mínima alza de la incertidumbre.
  • ACCESO COMPLICADO A LA VIVIENDA — Bien de primera necesidad cuando es la primera y no es suntuaria, la vivienda se ha convertido en un elemento al que es difícil acceder, y no ya en propiedad, sino incluso en alquiler. Las medidas dirigidas a limitar precios no funcionan, las de liberalización de suelo no se aceptan por muchos agentes políticos, los bienes existentes son pasto de macrofondos especulativos, los precios se disparan a las primeras de cambio la fiscalidad no ayuda y se castigan las sucesiones en ciertos territorios… Y eso mientras sociedades como la nuestra, dando la nota, siguen apostando por la propiedad frente al alquiler, cada vez más difícil por las restricciones de crédito, la incertidumbre económica, las dificultades de emancipación y la precarización de salarios y la mayor cercanía de los ciclos de recesión.
  • ACCESO DIFÍCIL AL MERCADO LABORAL — Júniors y séniors parecen apartados del mercado por las empresas y sus servicios externalizados de selección, que funcionan, parecería, a piñón fijo, siguiendo perfiles competenciales estandarizados. Es como si todas las empresas necesitaran lo mismo, temieran lo mismo y rechazaran lo mismo, algo difícil de procesar, poco creíble, que hace sospechar si algunas doctrinas dominantes de gestión de las actividades de reclutamiento no habrán adormecido a propósito las mentes de los responsables de áreas o equipos al objeto de facilitar su trabajo prestar servicio con menores costes. La consecuencia es que el acceso al mercado de muchos profesionales válidos y talentosos resulta cada vez más complicado.
  • PRECARIZACIÓN — Proliferan los trabajos retribuidos con salarios exiguos, muchas veces por imposibilidad de los empresarios (cuando son microempresas o pymes) para pagar más, debido a los altos costes de las cotizaciones, y se contrata de manera mayoritaria con modalidades temporales. Incluso hay cada vez más ofertas de trabajo a tiempo parcial. En cuanto a los salarios mínimos, su elevación afecta a pocos trabajadores, pero castiga en algunas regiones la contratación de jóvenes o el encargo de trabajos básicos, dados los altos costes de cotización añadidos. Asimismo, las dificultades para contratar fomentan que algunas empresas abusen de la figura del becario o acostumbren a no retener personal tras varios contratos temporales buscando evitar la acumulación de derechos de indemnización.
  • DESEMPLEADOS — El paro aumenta cuando las economías no crecen y se dispara si entran en decrecimiento. Puede ser desempleo directo (despidos, no renovaciones, inscritos en demanda por primera vez…) o temporal (ERTES) que no siempre se convierte de nuevo en empleo. Ello no solo castiga los presupuestos con prestaciones y subsidios, sino que tiene como consecuencia, cuando las situaciones económicas mejoran, que para muchos profesionales, distanciados del mercado, resulte difícil recuperar sus anteriores ocupaciones u otras similares. Y esto no ha hecho más que empezar, porque la robotización, tomada ya en serio, la tenemos encima.
  • EMPRENDIMIENTO OBLIGADO — Toda nueva empresa es un proyecto que se emprende, pero de un tiempo a esta parte se denomina emprendedores sobre todo a quienes fundan un pequeño negocio tecnológico (start ups) o a quienes se hacen profesionales autónomos hartos de la cerrazón del mercado laboral, obligados por ello a echarse al monte y ofrecer servicios a clientes diversos. Hay freelancers vocacionales, pero muchos lo son a la fuerza y deben batallar en un mercado complejo, frenético, excitable, a veces convulso, repleto de competidores, exponiéndose como nadie a sufrir bajones de facturación a poco que la economía sufra la más pequeña vibración.
  • DIFICULTAD PARA CUBRIR PUESTOS — Por otro lado, hay, curiosamente, puestos que no se cubren, sea por falta de nuevas competencias de los candidatos, por los salarios poco atractivos, por la propia reticencia de los reclutadores a apostar por el potencial y no, como hacen casi siempre, por títulos y experiencia reciente, o por la petición de habilidades o conocimientos innecesarios para la actividad solo como factor de filtro. También hay trabajos que los jóvenes rechazan por conllevar exigencias que ven incompatibles con sus esquemas vitales o exigir desembolsos iniciales excesivos (viajes, estancias, dedicación sin remuneración fija mínima…).
  • CLASE MEDIA DEMEDIADA — La capa más amplia de la población en los países occidentales es la que recibe más martillazos regulatorios y la más sensible al comportamiento volátil de los mercados. En los momentos difíciles tiene difícil recibir ayudas, limitadas a los más desfavorecidos (y no a todos), sufre los ascensos de impuestos (que raramente se limitan a los más pudientes, como se suele prometer en política), padece las decisiones de despido colectivo en las empresas y debe batallar con la burocracia y la incertidumbre del mercado cuando se lanzan a iniciar pequeños negocios con escasa probabilidad de supervivencia si no llega pronto la consolidación. La clase media media y la clase media baja, incluyendo a muchos autónomos, son, en cierto modo, el nuevo proletariado.
  • COMODITIZACIÓN — Cada vez más empresas ofrecen productos o servicios casi idénticos a los de su competencia, con escasas diferencias que apenas están en detalles estéticos o promesas de atención al cliente más aparentes que reales o que en nada mejoran lo proporcionado por otros. Con ello, resulta poco relevante elegir entre una u otra marca y así el cliente se ve empujado a optar por marcas blancas, limitando la elección a las ofertas de precio más bajo, o escoge la mayor facilidad de acceso al punto de venta, opta por la compra inercial on line en grandes plataformas (primando de modo inconsciente el encadenado de intermediarios) o se inclina por el proveedor con mayor velocidad de entrega. Nunca ha habido tanta oferta y nunca ha habido tan pocas diferencias sustanciales en lo ofrecido.
  • PYMES PREPONDERANTES — Vivimos en un país en el que las pymes dominan el mercado, y dentro de estas son mayoritarias las microempresas y las empresas pequeñas. Resulta así difícil competir con otros países que tienen sistemas empresariales más sólidos, y buenos parques de empresas medianas y grandes. De no optar por la creatividad y la innovación, sorprendiendo con aportes originales que seduzcan al cliente, sostenerse en el mercado, y no digamos crecer y prevalecer, se antoja complicado para muchos negocios que no acepten limitarse a la subsistencia.
  • DIGITALIZACIÓN — Es lo que domina el mundo. Ya casi todo es digital. Casi todo está gobernado por algún ingenio materializado en software. Casi nada puede hacerse con total aprovechamiento sin un móvil, una tableta, un ordenador y una tarjeta de compras o modalidad de pago o traspaso de dinero virtual. Viajar, comprar, hacer consultas médicas, tramitar pagos fiscales o cambios en contratos de suministro, ir a espectáculos, hacer reuniones de empresa, enviar mensajes… Las actividades que todavía pueden desarrollarse sin componentes digitales cada vez son más reducidas.
  • TECNOLOGÍAS APLICADAS — Las nuevas tecnologías, para el ciudadano de a pie, no son ya solo una red general en la que actuar enviando mensajes, disfrutando en videojuegos o visitando sitios web, o lo que hay en las tripas de algunos aparatos electrónicos de nueva hornada. Si ya hace años se encaramó a nuestras mesas profesionales y luego invadió bolsos y bolsillos, ahora lo tech se está infiltrando poco a poco en nuestras cocinas, salones y dormitorios, en electrodomésticos, relojes, wearables y demás adminículos caseros, en bares, restaurantes, centros comerciales, gimnasios, cines, museos…
  • TRABAJOS Y CONTACTOS A DISTANCIA — Por la pandemia, pero no solo por ella, la distancia física ha aumentado tanto como se ha acortado la virtual. Estamos más cerca unos de otros que nunca, aunque nos toquemos menos. Muchas reuniones se producen ya en la red, tête à tête o en mosaicos de rostros expectantes o parlantes, modos de videoconferencia apoyados con soporte y apoyo documental en la nube que facilitan la interacción cuando una llamada de voz sería demasiado larga o nos desmotivaría. Y el trabajo en remoto (el teletrabajo) ha demostrado algo que ya sabíamos hace años aunque no lo quisiéramos ver: hay actividades que requieren concentración y hallan su espacio de mayor rendimiento en el hogar o en despachos propios, lejos del ruido de oficinas clásicas o de open spaces, lugares que tientan a la diversión pero también a la dispersión y la distracción, caminos directos estos últimos hacia el bajo rendimiento.
  • NUEVOS MODOS DEL CONSUMIDOR — Al igual que en la política, el mercado parece polarizado. Por un lado está el lujo, la distinción, las marcas consolidadas con halo de prestigio, siempre firmes como referente; por otro, el desinterés por lo suntuario, el desdén por el marquismo de alto standing, tan chispeante hace unas décadas pero finiquitado ahora mismo por amplias capas de la población que parecen preferir la cantidad a la calidad y dan mucho valor a eso de parecerse a otros (colectivización de los gustos) sin mostrar un especial interés por la singularidad. Si vestimos casi todos siguiendo los mismos patrones, si ya no se diferencia de lejos, a veces ni siquiera de cerca, una prenda de Armani de otra de mercadillo de barrio, tanto la publicidad como la acción comercial tienen que ponerse las pilas y cambiar algunos de sus esquemas y criterios. Posicionar productos es cada vez más difícil, y el recurso a la publicidad emocional más pronto que tarde dejará de dar jugo.
  • MARKETING HIPEREMOCIONAL — Parecería, sí, por la publicidad mayoritaria, que solo podamos vender apelando a las emociones, aunque en realidad la gente compra productos y servicios esperando la satisfacción de sus necesidades. Un anuncio que trate de tocar la fibra con el objetivo de vender coches puede despertar la atención, pero lo que venderá es el diseño seductor del coche, quizá asociado al halo de excelencia técnica de la marca o a la promesa de prestigio social que esta mantenga. Así, lo emocional existe, pero se racionaliza. Si el componente emocional de una campaña publicitaria es excesivo y se desvincula del producto que se vende, el mensaje puede ser percibido como humo, por mucho que se asegure el efecto exitoso de cualquier promoción que aparezca a menudo en medios. En estos tiempos de primacía del precio, desmoronamiento del marquismo (fuera del lujo) e interés por lo tecnológico, no es seguro que a la venta hiperemocional le quede mucho futuro.
  • E-COMMERCE — Cada vez se compra más en sitios web comerciales con escaparates virtuales de productos y servicios. Sin duda la pandemia lo ha acelerado, pero ese modo de consumir ya estaba aquí. Hay sitios de grandes plataformas, que conectan con intermediarios en cadena —ofreciendo a veces mejores precios, pero otras, y no es infrecuente, solo una amplia oferta y rápidos envíos a precios similares o incluso superiores a los de otros sitios—. Por qué se prima a esos grandes intermediarios es en parte un misterio. Tiene algo de buen servicio, por supuesto, porque el cliente no es tonto, pero también de recurso inercial, de querencia a ir a sitios que son tendencia en lugar de acudir al fabricante o vendedor inicial que también vende en red. Porque los negocios de mayor o menor dimensión que producen y venden también comercializan su oferta en Internet. Hoy en día, si no se está en el éter virtual, se pierde una buena parte del potencial de ventas.
  • EL NUEVO RETAILNi el cine mató al teatro, ni la televisión al cine ni a la radio, ni el e-book ha acabado con el libro impreso. Las novedades exitosas rara vez aniquilan las modalidades anteriores; solo las obligan a transformarse. Y con la venta on line sucede lo mismo. Las tiendas físicas siguen, y seguirán, existiendo, pero deben asumir que o aportan algo más que lo que puede obtenerse en un sitio web con muestras de productos y servicios, un carrito de compra y una dirección de contacto, o serán ignoradas por los clientes. Sus puntos fuertes seguirán siendo la cercanía de calle y la atención humana, valores imbatibles, pero hoy en día serán insuficientes si no se les añaden dos más: una buena conexión con la propia versión web del negocio, accesible desde casa (como elemento de conexión continuada con el cliente cuando no está presente) o desde la propia tienda física, con pantallas disponibles, y la flexibilidad de dejarle entrar y salir del espacio físico de venta, paseando y mirando dentro sin agobios, como ocurre con los sitios virtuales, de modo que el consumidor potencial sea solo visitante anónimo mientras no desee significarse. La venta en tienda debe aunar así la opción tradicional de adquirir clásica in situ, viendo, tocando, recibiendo consejos y llevándose al momento el producto, con la compra on line y sus ventajas añadidas (visión global, catalogación, detalles, comparaciones, simulaciones…).
  • NUEVOS USOS Y VALORES SOCIALES — Los individuos que viven en comunidad cambian sus usos y valores de cuando en cuando. Ahora mismo, podríamos decir que en nuestros modos de comportamiento se rinde pleitesía al encuentro social en grupo, se aplaude cualquier actuación o manifestación que se muestre solidaria con los más desfavorecidos, se acepta más que nunca la diversidad en identidades y orientaciones sexuales, el viaje es visto como ingrediente capital en el ocio tanto juvenil como adulto, se prioriza la narración de experiencias positivas frente al sentido crítico, se prima a veces el clima laboral sobre la exigencia profesional… Algunas son tendencias claramente positivas, pero otras lo serán o no dependiendo de que sean intereses u obsesiones, de que se conviertan en retos o necesidades o de que se aprovechen con el propósito de potenciar al individuo o restarle singularidad.
  • TIEMPOS DE VISIBILIDAD — Vivimos una contradicción: el individuo parece mimetizado en el grupo, y precisamente por ello necesita destacar de algún modo. No quiere desconectarse del colectivo, pero necesita despuntar. Estamos en la era de la transparencia y en la de la visibilidad. El acceso al éxito, por modesto y cotidiano que este sea, parece requerir hoy en día que cada persona exponga su perfil, muestre sus cartas y exhiba sus puntos fuertes al objeto de diferenciarse de los demás. Hay más medios con los que conseguirlo que nunca. pero también más ocasiones para que el enemigo, depredador de moral siempre al acecho, ataque al que se expone por decir lo que dice o por no decirlo. Gestionar esa necesidad adosada a ese riesgo no resulta fácil.
  • ESPLENDOR DE LOS SOCIAL MEDIALos medios sociales, accesibles ya de modo generalizado, son uno de los modos más útiles de potenciar la visibilidad, al facilitar que se presente al personaje propio ante una audiencia potencial a la que sería difícil llegar de modo presencial. Pero las conexiones en red que esos medios permiten a veces pueden crear espejismos: el de que nos sigue mucha gente, como si todos los contactos o seguidores estuvieran ávidos de noticias nuestras a diario, o el de que todo lo que exhibimos nos beneficia, o el de que todo like o recomendación nos avala e impulsa… Optimizar la gestión de nuestra presencia en medios es un reto que hay que asumir con dedicación, con la mente muy concentrada, con los sensores alerta que permitan detectar todo tipo de peligros y con la maquinaria de la autocrítica siempre encendida. Y eso vale para las personas, pero aún más, si cabe, para las empresas.

Sin duda se podrían añadir otros puntos, pero estos 25 dan un panorama bastante aproximado del momento. Un tiempo de entornos presionantes, crispación, extremismos, incertidumbre, riesgo de futuro, coyunturas poniendo en riesgo estructuras, precarización y discriminaciones laborales, salto al mercado de profesionales con mucha ilusión, escaso bagaje y poco dinero, mercados tensados, renuncias a la singularidad, el mundo digital llegando a la vida diaria, nuevos modelos de punto de venta, modos de relación, contacto y trabajo más virtuales, transparencia y aparición del individuo en escena como agente de opinión…

Un mundo así ha de requerir tanto o más que nunca de la creatividad y la innovación, porque, como es obvio, este paisaje hace impepinable que profesionales y negocios se doctoren en capacidad de adaptación al cambio si quieren sobrevivir.

Un apunte retórico antes de las propuestas

Forzando un bucle en esta reflexión, voy apoyarme en un ejemplo sacado de la panorámica creativa actual. Es solo una rampa desde la que lanzar algunas preguntas: un calentado de motores antes de las prometidas propuestas.

Tecnología, digitalización, entretenimiento…

Hay pocos ingredientes más representativos de nuestro tiempo que las nuevas tecnologías, las que dan forma al llamado mundo digital. Entre sus muchas vertientes, destaca con luz propia su aplicación al sector del entretenimiento. Y dentro de este mundo encontramos espacios novedosos tan relevantes como el de las plataformas televisivas, verdadera desembocadura de muchos planes de ocio de niños, adolescentes y adultos de nuestro tiempo.

Pero… ¿qué vemos si dirigimos una mirada rápida a esos medios, soportes de la actual creatividad audiovisual?

Pues…, sobre todo…, retransmisiones deportivas, documentales… y series, muchas series.

No es que sea especialmente resaltable que en esos espacios se hayan puesto de moda esos folletines que llamamos series, relatos compuestos por conjuntos de episodios no muy largos ordenados en temporadas sucesivas. No son novedad, porque la primera edad de oro de las series fueron los años 50, 60 y 70 del pasado siglo, y la segunda, la de las miniseries, se dio en la década de los 80.

Series las hay de todo tipo: de duración prefijada e inacabables en temporadas; de episodios de trama cerrada, de trama conectada por una semicontinuidad o de relato continuado; originales y remakes; iniciales y secuelas; brillantes y mediocres…

Quizá lo que de verdad choca ahora mismo es ver cómo el diseño de las tramas de algunos de estos productos obedece a narrativas muy parecidas a las que se seguían en los mejores tiempos del serial, ese género por entregas, nacido en páginas escritas en el XIX y continuado en pantallas en el XX, que siempre estuvo más preocupado por las escenas que por la historia y se declaró obsesionado por crear adicción.

Si podemos colocar un cuerpo atado a una mesa hacia el que avanza una sierra circular o, aún más POÉtico, un péndulo con filo cortante, estupendo. Si alargamos la escena, mucho mejor, aunque dinamitemos la coherencia visual y la temporal y nos hartemos de cometer fallos de raccord. Y si la interrumpimos para luego continuarla en otro episodio, a todos se nos hará la boca agua.

Ese patrón u otros parecidos, tan recurrentes en tiempos antiguos de la ficción, parece que hayan regresado llenos de vitalidad al panorama de las tramas intrigantes, aunque ahora haya elementos que marquen la diferencia: no tenemos que esperar ya una semana si queremos inocularnos la nueva dosis; podemos disfrutar del producto un rato cada día (por ejemplo, un episodio) hasta que terminemos la temporada o tenemos la opción de inyectarnos todo el contenido en vena en un par o tres de maratones.

Digamos que, en los tiempos actuales, en la era gobernada por las tecnologías digitales, en tiempos de globalización, nos ha dado el rapto asiático, hemos vuelto a FU MANCHÚ y a CHARLIE CHAN en su versión episódica, impera la técnica de composición de tramas en encadenados de set pièces —fundamento narrativo actual del videojuego y visto ya en sagas cinematográficas como la fabulosa de John Wick, pero venido de tiempos pretéritos— y rendimos pleitesía al Doctor Cliffhanger, facultativo que ya hacía de las suyas mucho antes de que el Doctor NO inaugurara esa revisión del serial que fue la primigenia saga BOND.

Sí. En lo narrativo, vistos algunos productos de esas plataformas, parece que estuviéramos de nuevo donde estábamos…

Y las tramas, las historias, los relatos…

Pero… ¡y qué decir de las historias! O no digamos historias. Digamos distopías. Porque se diría que no hay vida más allá de las distopías. La distopía se ha merendado al relato. Y no solo en las plataformas y la series, sino también en el más clásico de los productos de ficción audiovisual: el cine.

Pongamos un mundo postraumático, un ambiente enrarecido, unos ciudadanos supervivientes, unas cúpulas represoras sin escrúpulo alguno, unas élites colaboracionistas, un ambiente gamificado —con reglas, y mecánicas, y algún premio, y muchos castigos—, y un darwinismo de salón aceptado por todos como signo de los tiempos aunque sea a regañadientes, y ya tenemos la historia.

Bueno, no. Aún no. Aún no la tenemos. Falta el rebelde. El rebelde, o ahora más bien la rebelde, joven y dinámica como exige todo casting profesional del siglo XXI, con sus amigos. Y ahora sí. Ahora ya basta con que pululen todos esos personajes por los sets, llenando los decorados digitales, que se entreguen cuanto toque a las coreografías de acción que se engarzan como cuentas de collar, y con un poco de cariño del montador para juntar y separar, la cosa saldrá sola.

Un producto con esas características puede verse seguido, episodio a episodio, o puede verse todo en un atracón de fin de semana (o en varios), como decía, pero puede degustarse asimismo mordiendo solo momentos punta, coincidentes con las escenas de más impacto, en dispositivos que no es preciso que tengan pantallas grandes. Para un refrigerio audiovisual así, entre amigos, todos móviles en mano, nos sirve cualquier pantallita. Y el relato, el relato completo…, ¿quién lo va a echar en falta?

Y es que ni siquiera es preciso que la serie se vea completa. Con que se cate o se vea algún episodio y alguna escena suelta basta si se busca hablar de ello con los colegas o se pretende alimentar las estadísticas y avalar así el presunto big impact. Lo importante para el consumidor es demostrar que uno está ahí, y para el fabricante o distribuidor, generar ruido y conversaciones, con la espoleta sita en el departamento de marketing y en sus terminales social media, a los que sucederán, siempre prestos, los lobos solitarios que ayudarán en una segunda fase al rebotado en red. Los productores y exhibidores, contentos con el eco; el consumidor, satisfecho por poder mostrarse al día ante su entorno social sin apenas dedicación de tiempo.

Es en realidad, aunque parezca todo muy moderno —en cuanto a proyecto, producción y distribución más promoción—, un esquema más viejo que el comer: solo son novedad el factor social media, que lo acelera todo en la fase promo, y el creativo-digital, que facilita la dirección de producción y la artística al requerirse menos material físico.

¿Podríamos decir que este tipo de productos, los distópicos, son creativamente tributarios de las lúcidas imaginaciones anticipatorias de Orwell o de Huxley?

Yo diría que no. Yo más bien los veo como un mix entre El malvado Zaroff, La matanza de Texas y Los chiripitifláuticos. O sea, The most dangerous game con guarnición gore y un aliñado infantil o, como mucho, adolescente.

Y si nos vamos a otros géneros de trama veremos que la apuesta por la estandarización no es muy diferente. Por ejemplo, al thriller, otro mundo de ficción en el que —y eso también pasa en la literatura— el investigador casi siempre es alguien con una patología elegida del amplio repertorio del DSM-V: paranoia, bipolaridad, esquizofrenia, trastorno obsesivo-compulsivo, neurosis varias, claustrofobia, autismo (con preferencia por el Asperger, tan de moda), autolesiones… El más cuerdo por lo menos ha de ser un exalcohólico con recaídas continuas, o drogadicto, o adicto a medicamentos, o proclive a ataques de ira, o áspero y hosco hasta decir basta…, o alguien que habrá sufrido episodios de abuso sexual o la pérdida de un hijo pequeño en atentado o accidente, o que habrá protagonizado intentos de suicidio fallidos, o que se comerá la cabeza por un error profesional que costó la vida a un inocente…

Y a esos modelos podríamos añadir las aventuras sustituidas por yincanas, como en las tramas de Dan Brown, o las historias de personajes que afrontan retos presentados como ristras de pruebas, como si volviéramos a relatar los doce trabajos de Hércules, o las docenas y docenas de historias con componentes corales, ubicadas en escenarios vistosos pero estáticos, con interacciones entre personajes que pasan de lo desmayado y anodino a lo acerado y explosivo, como si ya no hubiera más dramaturgia que la que permiten los reality shows o los concursos televisivos, esos que ahora protagonizan concursantes profesionalizados.

O los telefilms de sobremesa con enfoque de thriller y protagonistas femeninas que merodean los mismos esquemas e ideas: la niñera asesina, el marido maltratador que persigue, la accidentada con amnesia a la que estafan, el bebé robado…, los cuchillos de cocina, las carreritas por el bosque, la pesadilla, el footing, la amiga confidente… (Ver Carreras por el bosque, copas de vino y cuchillos de cocina y Secuestros, venganzas, obsesiones y gente que no es lo que parece).

Son solo ejemplos: las historias distópicas, los argumentos criminales, las aventuras con pruebas, los falsos concursos autoritarios de supervivencia, los crímenes domésticos de hombres tarados y mujeres arpías… dominan muchos productos escritos y audiovisuales, con frecuencia nos entretienen, al menos en días o momentos en los que no estamos exigentes, pero muestran un desinterés absoluto por generar algo nuevo, imaginativo, original, sorprendente, o por recrear ideas clásicas con una mirada nueva.

Los patrones y las fórmulas son tendencia. Gusta copiar. Gusta fabricar a la manera de… Gusta producir ejemplares iguales que puedan pasar por distintos. La industria se ha enamorado de las máquinas que expenden productos de entretenimiento como si fueran piezas elaboradas en un centro de mecanizado.

¿O quizá no es que guste sino que baste, que eso dé dinero suficiente a menor coste? ¿O será que el cliente actual prefiere o solo consume ese tipo de producción? ¿O quizá ocurra que no fichamos talento suficiente con el que mejorar esos productos?…

Estiremos un poco más esas preguntas.

¿Fabricamos lo que piden, piden lo que fabricamos o es la ley del mínimo esfuerzo?

Yo me pregunto, pensando en esos mundos creativos, lo siguiente:

… ¿Preferimos capturar a seducir y persuadir? — ¿Buscamos crear adicción y no placer? — ¿Vemos a los clientes de productos de entretenimiento como potenciales acólitos? — ¿Adoptamos el reciclaje como criterio para elaborar productos? — ¿Hemos decidido saquear yacimientos creativos del pasado en lugar de buscar otros nuevos? — ¿Nos ha dado por el pastiche? — ¿Nos apetece hacer pasar por real lo que es ficticio? — ¿Damos por hecho que el nuevo consumidor no puede concentrarse ya mucho rato en nada? — ¿Consideramos que hoy en día hay que vender narraciones cortas o troceables? — ¿Creemos que el espectador quiere siempre que le den lo mismo? — ¿Estamos dispuestos a cancelar el cine y entregarnos al folletín y al culebrón? — ¿Consideramos de moda mezclar historias con productos televisivos? — ¿Está la performance sustituyendo al relato? — ¿Hemos renunciado a la creación de personajes que no sean meros arquetipos? — ¿Vamos a seguir toda la vida siendo esclavos del esquema hero’s journey? — ¿Confundimos la ficción y la no ficción? — ¿Confundimos los formatos y los géneros? — ¿Confundimos las claves de un género con los tópicos? — ¿Nos hemos abandonado a la creatividad mediante patrones y fórmulas? — ¿Nos priva lo facilón? — ¿Nos da miedo la profundidad? — ¿Nos enamora lo manido?…

¿Es esta tendencia a lo fácil y lo reiterativo un mal exclusivo de los actuales mundos creativos? ¿Está la empresa, en general, libre de este comodón aunque quizá rentable vicio de producción basado en recurrir siempre a los mismos métodos y mezclar siempre los mismos ingredientes?

Y como he hablado de narrativa, y esta entrada (como las tres siguientes) no trata del entretenimiento, sino que es una rápida reflexión general sobre las empresas y negocios, sobre cómo funcionan por dentro los equipos humanos y las organizaciones, hago ahora una elipsis, saltando sin solución de continuidad del sector del entretenimiento al mundo general de la empresa, asimismo necesitado de creatividad e innovación.

Con el mismo espíritu crítico que a veces nos posee tras ver un producto de ficción, continúo con las preguntas, generalizando ahora un poco más:

¿Acaso no convertimos a veces el llamado benchmarking, que debe buscar referentes en la competencia a fin de espolearnos a mejorar, en una excusa para la copia, el saqueo y el reciclaje? — ¿No estamos abandonándonos a acciones de casting profesional basadas en perfiles estandarizados y patrones estereotipados? — ¿Por qué dejamos tanto talento profesional en la cuneta por selecciones mediocres y reclutas a piñón fijo llenas de prejuicios? — ¿No ocultamos muchas veces con actividades, momentos sociales e ingredientes de gamificación las carencias de sustancia formativa? — ¿Tenemos miedo al fondo y, valga la redundancia, nos conformamos con la forma?…

¿Por qué hemos sustituido la definición de funciones organizativas en la empresa por aparentes denominaciones de cargos que no sugieren nada? — ¿Consideramos que la intempestiva tabarra telefónica es un buen modo de vender, si nadie conoce a nadie que la soporte? — ¿Tienen sentido tantas reuniones de empresa, presenciales o virtuales, si luego en ellas por las prisas no se conversa? — ¿Por qué imitamos tanto y luego nos llenamos la boca hablando de cisnes negros y océanos azules? — ¿Qué nos ha sucedido para que a cualquier ocurrencia carente de originalidad la califiquemos como disruptiva?…

¿Quién nos ha convencido de que el coaching debe ser gaseoso? — ¿Debe la empresa ser esclava de las dictaduras de lo políticamente correcto? — ¿Cuándo dio un golpe de estado ese caudillo llamado SEO que impone inicios de texto aburridísimos, frases convencionales y párrafos que parecen tuits? — ¿Dónde se indica que las discusiones deban estar siempre polarizadas? — ¿Quién se inventó que para ser ágil hay que ser agile?…

¿Por qué hay quien aún piensa que el marketing es más importante que la producción? — ¿Por qué hacemos seminarios de varios días cuya sustancia cabe en un par de folios? — ¿Por qué montamos eventos que deberían ser solo presentaciones sencillas? — ¿Por qué hacemos presentaciones que se ventilarían con simples reuniones de mesa? — ¿Por qué dedicamos tiempo a reuniones sustituibles por un rápido intercambio de e-mails o unas llamadas telefónicas? — ¿Por qué nos pillan descolocados los cambios si sabemos que vivimos en un mar de incertidumbres? — ¿Por qué muchos piensan aún que la calidad es algo que solo define el cliente?…

¿Qué de la burocracia es el enemigo no hemos aún entendido? — ¿Cómo es posible que a veces se deje que los mediocres y menos exigentes determinen el nivel de exigencia de un ámbito de actividad, cuando quizá su objetivo es solo sobrevivir? — ¿Han servido de algo alguna vez las camarillas de oficina? — ¿Es aceptable que la atención al cliente se parapete tras varios niveles de interlocución robotizada?…

Las preguntas del segundo bloque quizá parezcan muy distantes de las formuladas en el primero, pero en el fondo, aunque aquellas miren hacia productos creativos y estas incidan en general sobre el modo de comportarse de las organizaciones, tratan de lo mismo, y el espíritu que las agita es idéntico.

La empresa no es un videojuego, ni un relato, ni una película, ni una obra de teatro, ni una ópera…

Pero en la vida de las empresas, como en los productos de ficción y en las tramas que les dan sustancia, también hay personas y personajes, individuos y equipos, escenarios y escenas, secuencias y set pièces, retos y obstáculos, conflictos y soluciones, callejones sin salida y caminos abiertos, rutas y encrucijadas, premios y castigos, catalizadores y rémoras, contextos y entornos, ambientes y coyunturas… Y todo ello lo mueven sus productores, guionistas, directores y montadores: presidentes, directores generales, consejeros, socios, gerentes, directivos, cuadros ejecutivos, empleados, colaboradores, proveedores, asesores…

Si nos preguntamos por qué, aunque funcionen bien en taquilla o den buenos datos de consumo de plataformas, algunas series de televisión y algunas películas son tan obvias, tan tópicas, tan poco detallistas, tan faltas de rigor y verosimilitud (dentro de las claves de su género), tan poco exploradoras de ideas nuevas, tan poco revitalizadoras de los esquemas clásicos mediante formatos artesanos, del mismo modo, con razonamientos sencillos, preñados de sentido común, nos podemos interrogar sobre por qué las empresas a veces se muestran tan limitadas, tan proclives a lo estandarizado, tan imitadoras de fórmulas y patrones de funcionamiento ajenos, tan despreciativas de colaboradores de distinto perfil que puedan aportarles ideas útiles o brillantes, tan rígidas a los cambios, tan sólidas cuando lo que se requiere es liquidez o tan líquidas cuando se debería imponer la rocosidad…

¿Somos retro o somos vintage?

En tiempos de tribulación, decía la máxima ignaciana, conviene no hacer mudanzas.

El problema lo tenemos cuando la adversidad decide quedarse porque quiere pasar a formar parte del sistema, cuando pierde su vocación de coyuntura y deja de ser accidente factual convirtiéndose en accidente del paisaje.

Hay un ciclo que parece repetirse: fuimos lo que fuimos, intentamos ser lo que no fuimos, y cuando nos agotamos, porque siempre nos agotamos —la creatividad cansa y nos tienta el reciclaje—, retornamos a lo que éramos.

A veces lo hacemos engañándonos con nuevas envolturas y colorines más atrevidos, creyéndonos así innovadores, iniciadores de modos y estilos acordes con nuestro tiempo, inventores y exploradores; otras preferimos rendir consciente pleitesía al pasado, reinterpretándolo, intentando aprovechar sus aromas de reputación, elegancia y glamour, recurrir a ese bouquet que aporta la esencia de nuestros antepasados.

Chapoteamos en lo nuevo, a veces en lo retro y en ocasiones en lo retro disfrazado de nuevo. Ya a veces nos valemos del propio pasado.

De un tiempo a esta parte se ha puesto de moda utilizar el término vintage para aludir a las tendencias o modas que clavan sus tentáculos en aspectos del pasado como las formas, la estéticas, los enfoques, los estilos…

Este término, que tiene una etimología compleja —aúna al inglés, al anglonormando, al francés antiguo y al latín— nos sugiere ideas diferentes y tiene diversos usos, unos precisos, otros generales. Significa vendimia, y también cosecha o añada. Se usa en la referencia a producciones vinícolas con crianza. Nos destaca lo que es, en general, añejo. Simboliza lo clásico. Nos da cuenta de que algo es excelente, hecho por los antiguos y no solo a la manera antigua. Y hay quienes lo usan de modo más preciso para caracterizar a aquellos productos que tienen al menos 20 años, contando desde su fabricación, o que están entre 20 y 100.

Ese VINT y ese AGE (edad) parecen decirnos que también podría tratarse de eso, de designar productos con edades de al menos 20 años, o, por qué no, también podría evocarnos los años 20 o el siglo XX (aunque en francés actual veinte se diga VINGT y probablemente no sea ese su origen lingüístico).

Sea cual sea la pureza etimológica del término, y significara lo que significara su composición morfológica en el uso inicial, se suele utilizar con cierta flexibilidad en el mundo de la estética (la moda, el mobiliario, los vehículos…) si se quiere aludir a objetos o estilos del pasado reciente, con preferencia del siglo XX: los años 10, la década de la Gran Guerra y de la pandemia de gripe; los estruendosos años 20, los del cambio, las vanguardias, las burbujas bursátiles y el topetazo con la gran crisis; la década de los 30, la de entreguerras que parte de la depresión e inicia el despegue del cine; los años 40, tan enfangados en dictaduras y machacados por la Segunda Guerra Mundial; los 50, los de la guerra fría, y el macartismo, el rock and roll y la televisión tomando velocidad de crucero; los 60, la llamada década prodigiosa, tan chic, tan juvenil, tan beat, tan psicodélica, tan dada a renovar la moda e inicio de la madre de todas las contraculturas; los años 70, los del desfase de las drogas, el rock duro, la insumisión juvenil y el coqueteo frívolo de tantos intelectuales con el comunismo; o los 80, ese tiempo de distensión, de movida musical y libertad en nuestro país, de disfrute despolitizado que acabará tumbando el muro berlinés; o los 90…

Ahora, ya en el XXI, estamos en unos nuevos años 20 que se parecen en algunos aspectos a la antigua tercera década del siglo XX y en otros no tanto (ver Los nuevos roaring twenties). Estaremos siendo solo retro si inventamos ahora, inspirados por el pasado, pero seremos vintage si arrastramos valores del pasado o los recuperamos. Y es la propia coyuntura, la realidad, la que se nos pone así, retro o vintage, cuando insiste en recrear tiempos pasados o parece rememorarlos, cuando nos crea un paisaje a la antigua o nos lanza a los morros un déjà vu en cámara lenta y en versión king size.

Salimos también de una pandemia; nos inundan las novedades técnicas (ahora las llamamos tecnológicas); la red acoge a nuevas formas de entretenimiento; las generaciones jóvenes parecen adictas al móvil; en ciertos sectores sociales se oye un tam-tam que anuncia agitación y los extremismos u populismos tratan de abrirse sitio a codazos en el panorama político; oímos hablar de ataques masivos de piratas informáticos, de granjas de bots, de intrusismo en procesos electorales; la economías patalean dubitativas tratando de no caer en las fauces de una nueva crisis; oímos amenazas de apagones y de falta de suministros; vemos cómo se encarecen las facturas de la energía, y del gas, y del agua…

Los escenarios geoestratégicos parecen migrar a otras zonas marítimas; las guerras arancelarias hacen oír sus cañoneos; la inflación ataca de nuevo; la Bolsa se muestra muy volátil, dada al rap o al reguetón como en sus mejores tiempos se dio al foxtrot o al boogie woogie; los impuestos se vuelven aún más confiscatorios porque hay que pagar los dispendios presupuestarios de los malos gobernantes; la deuda se dispara porque se disparan los déficits; hay que pasar un vía crucis si se pretende fundar negocios; muchas empresas pugnan por mantenerse intentando adaptarse al nuevo paradigma digital y a las restricciones del crédito; la banca se transforma y reduce su presencia física; nuevos agentes financieros anuncian su llegada…

El mundo económico se llena de intermediarios; la globalización se tambalea y parecen volver los vientos de proteccionismo; se constata día a día lo peliagudo de superar selecciones de personal filtradas por algoritmos; el desempleo se vuelve crónico para algunos; miríadas de modestos profesionales tratan de sobrevivir, estupefactos, en un mercado a menudo complicado y en ocasiones hostil…

Y en todo este paisaje tan ilusionante y retador como convulso, la empresa…

36 PROPUESTAS PARA LA EMPRESA

Esta es la bandeja de 36 reflexiones, propuestas, sugerencias.

No son explicaciones detalladas ni planteamientos sesudos. Son solo visiones compuestas con máxima brevedad y expresadas con un enfoque deliberadamente retórico. Raspan la realidad actual y dan en las rozaduras unos toques que se pretenden balsámicos con el único propósito, humilde, de servir como encomienda espiritual y proponer principios y ajustes que garanticen buenos rumbos de navegación y modos óptimos de mejorar la vida en la oficina, sea la real o la remota.

Tienen un ánimo constructivo,

Están dirigidas a quienes gusten de reflexionar sobre la implantación de criterios y soluciones con los que mejorar el funcionamiento de las organizaciones, sean grandes empresas, pymes, pequeños negocios o iniciativas profesionales. Han sido pensadas para este tiempo que nos toca vivir y están inspiradas por la constatación de la incertidumbre. Y las notarás impregnadas por la tendencia a lo sencillo, una apuesta decidida por el talento, la preferencia por la sustancia en la formación y la información, una falta de entusiasmo por el tópico, el rechazo al plagio, el amor a lo creativo, la defensa de la rentabilidad que aporta la transparencia, la predilección por lo flexible, fluido, ágil y modularizado, la renuncia al gasto innecesario y la aversión a la tontería y el paripé.

Las comparto, asumiendo que en algún caso puedan ser vistas como un brindis al sol, cargado con un deseo de renovación y de modernidad, sin rehuir el choque con algunas tendencias aún sostenidas que de momento, aunque muestren grietas, fisuras y cierta desaceleración, mantienen cierta inercia y no parece que vayan a frenarse por sí mismas a muy corto plazo.


1 —    CERTIFICAR LA INCERTIDUMBRE.
2 —   SURFEAR LA VOLATILIDAD.
3 —   ENTRENAR LA REACCIÓN.

4 —   DISEÑAR PLANES B Y PLANES B DE LOS PLANES B.
5 —   CREAR PROTOCOLOS, PROTOCOLOS, PROTOCOLOS…
6 —   MONITORIZAR EL GAP EN TIEMPO REAL.

7 —   HACER DE LA AUTOFORMACIÓN UN ESTADO MENTAL.
8 —   ELIMINAR DE LA SELECCIÓN LOS FILTROS DISCRIMINATORIOS.
9 —   BUSCAR SOLO TALENTO Y RETENER SOLO EJECUTORIA.

10 — CONVERTIR LOS NOVICIADOS EN ELIPSIS NARRATIVAS.
11 — EXPRIMIR EL TALENTO SIN EXPRIMIR EL ALMA.
12 — TRATAR LA INFORMACIÓN CON ARTES DE SOMMELIER.

13 — EXPLOTAR A FAVOR EL RIESGO DE LA TRANSPARENCIA.
14 — USAR PREGUNTAS Y CRÍTICAS COMO HERRAMIENTA CONSTRUCTIVA.
15 — AUSPICIAR ESPACIOS PROPICIOS A LA BUENA CONVERSACIÓN.

16 — EVITAR DISPENDIOS DE ENERGÍA EN PIROTECNIA INTERNA.
17 — CANCELAR NICHOS Y BIOTOPOS EXÓTICOS AL ECOSISTEMA.
18 — ABANDONAR LA PLEITESÍA A VICIOS, TÓPICOS Y TENDENCIAS.

19 — RENUNCIAR A LA TERMINOLOGÍA HUECA DE POSE Y ESCAPARATE.
20 — ELIMINAR CARGOS Y ROLES Y DAR PISTA A FUNCIONES Y MISIONES.
21 — DESISTIR DEL CASTIGO A LOS JEFES Y LA ADORACIÓN A LOS LÍDERES.

22 — ENTENDER QUE NI LA ÉTICA ES UNA MODA NI LA RSC ES MARKETING.
23 — MODULARIZAR PROYECTOS Y PROYECTAR MÓDULOS.
24 — TANGIBILIZAR LA CONSULTORÍA

25 — CONSIDERAR LA SINGULARIDAD UN RETO CONTINUADO.
26 — HACER DEL NEGOCIO UNA ZONA LIBRE DE PLAGIADORES Y RECICLADORES.
27 — RENUNCIAR A LA VENTA EMOCIONAL DESCONECTADA DE LA OFERTA.

28 — DEJAR DE ALQUILAR AL FAMOSEO PARA LANZAR MENSAJES DE EMPRESA.
29 — DAR SUSTANCIA A LAS ESTRATEGIAS Y ACCIONES DE APOYO Y AYUDA.
30 — APOSTAR POR UNA COLABORACIÓN BASADA EN EL TRABAJO INDIVIDUAL.

31 — METER AL CLIENTE EN LOS FOGONES Y ESCAPARATES DE SU PRODUCTO.
32 — CREAR SOLO NECESIDADES QUE NECESITAN SER CREADAS.
33 — CONQUISTAR TERRITORIOS AL MODO OKLAHOMA.

34 — SIMULAR LA ESCENA CORPORATIVA ALLÁ DONDE PROCEDA.
35 —  APOYARSE EN INTELIGENCIAS QUE NO SEAN ARTIFICIOSAS.
36 — COMPRAR Y RENOVAR EL ABONO AL FESTIVAL TECH.

En las próximas entradas se exponen, tres en cada una, estas reflexiones o propuestas.